por ERNI VOGEL.
Es importante primeramente responder a la pregunta: ¿Qué es el ajedrez?[1], que antecede en esencia a la intitulada, al cual definimos como:
‘Un juego histórico-cultural, socio-deportivo e intelectivo de alto potencial formativo, que compromete al sujeto en una actuación vital y un auto-aprendizaje permanente de procesos estratégicos, lógicos, creativos y emotivos’. |
Como tal, el Ajedrez ha iniciado un camino de institucionalización educativa –posterior a la deportiva- que da en llamarse en Argentina y muchos países del mundo ‘Ajedrez Escolar’ o ‘Ajedrez Educativo’[2].

– Puerto Rico, Misiones, Argentina, 2015
Atributos del Ajedrez Escolar o Educativo
El Ajedrez presenta para su alegato escolar suficientes atributos originales que lo identifican, a la vez que lo relacionan y distancian claramente con otros campos y disciplinas educativas para un mejor estudio y comprensión[3]:
1) su ludismo intelectivo (jugar pensando-pensar jugando[4]);
2) su intenso agonismo (poner en desafiante oposición real la tesis de nuestras jugadas/planes contra la antítesis de las del rival y someterse a la síntesis inmediata al evaluar los resultados);
3) su expresividad (un mundo sorprendente que permite crear relaciones lógicas, perplejidades estéticas y lenguajes simbólicos -únicos en su combinación de significados empíricos, artísticos y sinoéticos-[5]);
4) su historicidad universal[6] (su longevidad cultural nos permite sospechar, incluso, que el aporte de los griegos a las aritméticas egipcias y babilónicas, para “pensar a los números en forma geométrica” -500 a.C. al 300 d.C. poco más o menos-, haya determinado el contexto de aparición posterior del ajedrez como juego -Siglo V o VI después de C.-; o nos permite también realizar un recorrido desde la India, Persia, China, Egipto, Grecia o Arabia, hasta España, Europa y América a través de los siglos[7]);
5) y su complejidad asequible[8](inteligible por su finitud perceptual y formal[9]: sus creadores parecen haber atrapado entre 64 casillas parte de la expansión de los números y de las formas, compendiando los argumentos lógicos[10]).
El Ajedrez como nueva disciplina de intervención pedagógica
EL AJEDREZ ESCOLAR no puede enmarcarse aún como una rama especializada dentro de las Ciencias de la Educación, aunque visto en un sentido amplio ya constituye un campo disciplinar semi-formalizado en el sistema educativo argentino. Lejos de ser o pretender ser una ciencia, puede considerarse sin embargo una disciplina pedagógica, de intervención…
Como expone muy gráficamente el Lic. Carlos Cavallo (Ponencia: ‘Ajedrez Educativo y principios didácticos para su enseñanza’; 12º Encuentro Nacional de Profesores de Ajedrez y su didáctica, Lobería, Bs As, junio de 2011):
“Y de pronto, al reflexionar sobre todo esto, siento que estoy llegando a un punto firme, al ‘cogito ergo sum’ de Descartes, a una verdad indubitable: ¡el ajedrez educativo ya existe!… Tanto buscarlo, tanto querer definirlo y estaba acá. En cada uno de los lugares donde se lo juega. Clubes, plazas, bares, casas, incluso donde alguien, en su soledad física pero no espiritual, abre un libro, que es abrir un mundo, y despliega el tablero y las piezas y se hace uno con esa historia y ese devenir. Este es el hecho bruto, existencialmente sólido, manifiestamente potente, al que en todo caso hay que darle forma e intencionalidad para ponerlo al servicio de los fines y objetivos del hecho formativo. Porque la educación debe en principio rescatar una práctica que es popular e histórica y que tiene el valor de un imaginario que construye identidad. Vale tanto su fundamento lógico como su testimonio existencial.”
Esto ocurre actualmente debido a que el proceso de legitimación del Ajedrez argentino como disciplina educativa no recurrió a la búsqueda tradicional de un objeto de estudio que lo certifique como ‘ciencia’[11] (a pesar de su identidad como ‘juego ciencia’ en la jerga periodística y deportiva), sino que –a través del mero pero potente impacto de la mejoría de algunas competencias de socialización y de aprendizaje en los alumnos- conquistó múltiples espacios de admisión escolar con relativa facilidad…
Parafraseando y respaldando a Carlos Cavallo, el ajedrez -con su pura y cautivante presencia lúdica- ingresó y se instaló primeramente como “hecho bruto, existencialmente sólido, manifiestamente potente”, al que luego gradualmente se está dando “forma e intencionalidad para ponerlo al servicio de los fines y objetivos del hecho formativo”…
A pesar de ello, ha avanzado con fuerza en las últimas dos décadas la discusión y producción de un sistema abierto de conocimientos didácticos en progresiva consolidación[12], una actuación semi-profesional en franca institucionalización, portadora de su propia cultura (ajedrez escolar o educativo) y con roles gradualmente identificados por esferas de actuación, además de una estructuración oficial de programas educativos y cargos de Coordinación en Ajedrez Escolar (especialmente de 2003 a esta parte[13]).
Aseveramos que –a raíz del inusitado crecimiento de escuelas que lo incorporan, de la existencia de bibliografía específica, de la permanente realización de Congresos y Eventos[14] en los últimos años- existen cada vez más preguntas pedagógicas que contestar o fenómenos que explicar en torno al AJEDREZ ESCOLAR, lo que constituye un indicador de su efervescente construcción disciplinar, reflejo a su vez de su contundente realidad. Una realidad o campo propio que cobra cuerpo a través de estructuras curriculares y organizativas con perfil y contenido específico (con aval normativo oficial desde el PEI o PCI escolar en algunos de los casos y con presencia inconfundible en el currículo real en muchas instituciones):
-Clases de Ajedrez (en horario formal escolar o fuera de él),
-Torneos Escolares o encuentros de juego,
-Congresos de Ajedrez Escolar,
-Talleres de capacitación (para docentes y/o alumnos),
-Encuentros Estudiantiles de Resolución de Problemas a través del Ajedrez,
-Concursos y exhibiciones artísticas con temática ajedrecística (plástica, teatro, música, literatura, invención de problemas de ajedrez, ajedrez viviente, entre otros), como algunas de las más afianzadas.
[1] Alejandro Oliva, cita en un muy buen artículo en el reciente N° 15 de la revista digital española ‘Ajedrez Social y Terapéutico’, al alumno Juan Cruz de 3er grado de una zona carenciada de Villa Soldati, Buenos Aires, definiendo mejor que nosotros que: -“Jugar al ajedrez, es como jugar al futbol, pero acá adentro” (Señalándose con un dedo la cabeza)…
[2] Carlos Cavallo, en el Congreso de Lobería –Bs As- en junio de 2011, postulaba como más adecuado denominar “ajedrez educativo” que escolar a esta incipiente disciplina: “…elegí este calificativo porque me pareció que era el más realista, y abarcativo, el que mejor expresaba la realidad de los desarrollos existentes. (…) Ajedrez educativo es un rótulo más o menos reciente, pero que tiene existencia desde siempre. Lo educativo está en la forma de mirar, que instituye un modo de ser y de permanecer en este juego. Vivir en un espacio que construye presentes con un contenido emocional e intelectual claro.” (Ponencia: “Reflexiones sobre un Ajedrez educativo y principios didácticos para su enseñanza”).
[3] Como rememoraba Carlos Hospitaleche respecto a los encuentros de profesores de Necochea y otros puntos del país desde 1992, durante el Iº Congreso Provincial de Ajedrez Educativo (P. Iguazú, Misiones, octubre 2010): “En el contexto de los Encuentros de docentes de distintas partes del país el Ajedrez se vislumbró como un facilitador de procesos cognitivos y comunicativos en la educación. El ajedrez reunía elementos matemáticos, lingüísticos, estéticos, emocionales, todos cohesionados y potenciados por su dispositivo lúdico.”
[4] Como responde el GM argentino Rubén Felgaer (Clarín, 24 de septiembre de 2011, pág. 54): “Las movidas de estética más brillante se juegan en una especie de tablero virtual entre las dos mentes rivales. Se dan cuando un jugador piensa una jugada sorprendente, pero el rival la adivina y genera una movida profiláctica para evitarla. Los dos saben que esa posibilidad existía, pero no se expresa a nivel físico con las piezas en el tablero”.
[5] De ‘comprensión’, relativo al conocimiento por percepción directa, captado por empatía, existencial.
[6] “El ajedrez, bajo el marco super-estructural que le da la historia, deberá ser asumido dinámicamente conteniendo en su seno el reflejo de las vivencias culturales de siglos”, consideraba Carlos Hospitaleche en los primeros Congresos de Necochea, a comienzos de la última década del Siglo XX…
[7] Hemos considerado también al Ajedrez, en otros trabajos inéditos, ‘como herencia y síntesis de la contabilidad egipcia, de la matemática astronómica de Babilonia, de la geometría y la lógica griega’, revelando ser “una verdadera caverna de Alí Babá, cuyos tesoros nunca se extinguen”, como alguna vez elogiara Mario Vargas Llosa al ‘Quijote’ de Cervantes… (E. Vogel: ‘Aproximaciones teórico-pedagógicas; apuntes de ajedrez escolar”. Inédito).
[8] El ajedrez proporciona una gran variedad y calidad de problemas. Como Langen (1992) menciona: “los problemas que surgen en las 70-90 posiciones que tiene en promedio una partida de ajedrez son, además, nuevos. Los contextos son familiares, los temas se repiten, pero las posiciones dentro del juego nunca lo hacen.” Esto hace del ajedrez “material para moler” para el “molino” de la resolución de problemas. “CHESS IN EDUCATION RESEARCH SUMMARY” (Dr. ROBERT FERGUSON Jr.; Traducción de Jorge Barón). http://www.ajedrezescolar.es (consultado 23/01/2012).
[9] La aparición de los ordenadores o computadoras han ayudado a responder increíbles preguntas: La partida más larga posible es de 5899 movimientos y 10 a la 18900 es la cantidad de partidas diferentes, por ejemplo. Para mayor detalle y comparación de grandes números, consultar el precioso libro de A. Paenza “Matemática: ¿estás ahí?” (Universidad Nacional de Quilmes editorial-siglo veintiuno editorial; pág. 19; 2007).
[10] Esta complejidad es absolutamente inteligible, particularmente si la inscribimos en los esquemas evolutivos de la construcción de la inteligencia, dado que su ‘mecanismo concreto’ de juego es hacedero tanto para bisoños cuanto para instruidos. Su laberíntica accesibilidad –al menos en la iniciación y alfabetización en el plano escolar- está compensada por su subrayada condición de juguete inconfundible y atractivo, de juego enigmático con reminiscencias simbólicas ancestrales y por sus palpables e inclementes batallas mentales…
[11] Al menos no desde el primer Congreso –bisagra para esta evolución paradigmática- de Necochea (1992) en adelante.
[12] Aporta con sencillez Sergio Quiroga, profesor del Programa Ajedrez Escolar Inicial de la Universidad de La Punta, San Luis: “El plan diario debe constar de una explicación sobre algún aspecto del juego entre 15 y 20 minutos y luego una práctica sobre los tableros”. Y aconseja: “-si el profesor dispone de una amplia formación ajedrecística y pedagógica lo puede vincular con todas las materias curriculares; -dar clases de hasta 120 minutos y con grupos de no más de 30 alumnos”… (Clarín, 21 de septiembre de 2011, pág. 11).
[13] Al momento de esta investigación –diciembre de 2011- más de 10 provincias argentinas contaban con una Coordinación de Ajedrez Escolar en esferas oficiales de gobierno educativo (Ciudad de Bs As, Provincia de Bs As, Santa Fe, La Pampa, Santiago del Estero, Chaco, Corrientes, Formosa, Misiones, San Juan y San Luis). Para 2014 se habían sumado también Mendoza, La Rioja, Entre Ríos, Chubut, Río Negro, Salta, Tierra del Fuego, Córdoba, Tucumán y Neuquén, con distintos grados de estabilidad y desarrollo.
[14] Hacemos referencia y describimos en otros Capítulos de este libro, la cantidad y variedad de encuentros escolares de Ajedrez en Misiones y Argentina.